Libro

Mara. Apuntes sobre la vida de una elefanta

Destacado como “Mejor obra fuera de categoría” – ALIJA 2022

Escribir Mara fue una de las experiencias creativas más intensas que viví en los últimos tiempos. Me invitó Lola Rubio, editora del área infantil y juvenil de Fondo de Cultura Económica. Lo que querían era un libro de no ficción pero escrito desde un lugar poético. Que pudieran leerlo niños, niñas, jóvenes, y que también fuera disfrutable por adultos. Sentí que tenía que crear una obra inclasificable y me encantó el desafío intelectual. Ya sabía lo que significa escribir sobre una persona viva, pero hacerlo sobre una elefanta que gran parte de su vida vivió entre humanos es otra cosa. Y tener la certeza de que jamás leerá ni le importará en lo más mínimo lo que hice generó en mí un compromiso aún más profundo con el trabajo de investigación y de poética sobre el texto. Mara me puso en escala. Me conmovió. Su historia de violencia y sobreadaptación hizo que conectara nuevamente con mi otra Mara, la protagonista de La chica pájaro. Me sacudió en lo más profundo intentar ponerme en sus patas, pensarme encadenada a un circo, primero, encerrada en una jaula del zoológico, luego. Salir de gira, trabajar montando y desmontando el circo, entrenar para ganar atención, hacer gracias humanizadas que fueron afectando su naturaleza, su esencia. Leí mucho sobre la vida de los elefantes en la historia de la humanidad. Cómo fueron –y siguen siendo– usados como medio de transporte, como bestia de carga, de guerra, de fuerza. Animales que generan poesía, que son símbolo de la memoria, que pueblan los cuentos infantiles de todos los continentes. Animales que tienen una identidad y la expresan de modos que no podemos comprender del todo, que emiten sonidos que nuestros oídos no pueden escuchar. Escribí sin saber quién sería mi compañera en esta aventura y se me escapó un grito de alegría cuando me enteré que la elegida era Raquel Cané, amiga de años con quien siempre quise hacer un libro. Era un desafío de escritura y también de ilustración. Ella hizo su propio proceso para conectar con Mara. Coincidimos en la mirada, nos dejamos atravesar por la elefanta, salimos del proceso pensando distinto acerca de la convivencia con otras especies. Miro de modo diferente a las gatas que viven en casa, ya no las considero mías ni de nadie, les preparo la comida de modo diferente, intento entender sus maullidos y, definitivamente, ya no pude usar más la palabra “mascota”. Me llena de ruidos esa palabra. Me hace mal.

Algunas notas que salieron en los medios: