Fui a Córdoba por primera vez unos días de verano, hace ya varios años, en 2006 o 2007, ya no me acuerdo bien, a compartir tiempo con mi amiga Laura, para conocernos más.
Años más tarde, con Laura de puente, conocí a otra mujer que hoy es imprescindible para mí: María Teresa Andruetto. Y no puedo no pensar en Sergio Aguirre, en Susana Allori, esos amigos tan queridos que me hacen reír como poca gente.
A partir de entonces, no dejo de pisar Córdoba todos los años. A veces una vez, a veces dos. Ver sus sierras y sus ríos se me hizo costumbre linda. Tan linda como ver los ojos pícaros de Laura chispear en nuestras conversaciones de horas, sentir los abrazos cálidos de la Tere y compartir madrugadas de charlas con ellas y con Sergio, con Susana, con la gente del CEDILIJ, con todos los amigos que voy haciendo en cada viaje.
Esta vez fue muy especial.
Viajé convocada por Ceci Malem, Silvia, Patri, Flor, Gloria -el equipo a pleno del Plan Nacional de Lectura en Córdoba-, para ser parte de un ciclo de Literatura y Memoria: una conversación a dúo con ella, la Tere. Y eso ya era algo que me llenaba de emoción. Pero mis últimos dos días fueron tanto más que esa emoción! porque tenía programados otros tres encuentros por el Plan y un almuerzo y una cena con amigas. Encuentros de mujeres, donde corren las confidencias y las lecturas.
Lo sucedido en las escuelas me lo guardo y lo atesoro. Los encuentros con lectores jóvenes siempre sorprenden (relatar estos me obligaría moralmente a relatar cada uno y prefiero no caer en esa demanda, no se ofendan). Lo pasamos muy pero muy bien.
Me conmovió profundamente la reunión en el ISFD Renee Trettel, desde el abrazo de bienvenida de la profe Paula Basel y los mates y las tortas, hasta los testimonios tan honestos de Pamela y de Natalia, dos estudiantes del profesorado, pasando por las opiniones y las preguntas de todas las personas presentes, que quedaron flotando al finalizar el encuentro. Me fui, diría, envalentonada, para encarar lo próximo convencida de que tengo que seguir mi intuición.
Al día siguiente, por la tarde/noche, llegó el encuentro en el Archivo Provincial de la Memoria. No lo conocía. Tuve en Roberto un guía de lujo, que me contó cómo fue que se construyó. Como cada vez, cada rostro me devuelve el rostro de mi papá y también el de mamá. Y me armo de una coraza para no quebrarme: me digo que estoy ahí, que ellos merecen mi alegría, mi respeto, mi búsqueda de la felicidad. La sorpresa fue que entre tanto rostro de padres y madres, en una pantalla me topé con la artista Natalia Colón hablando desde una pantalla. La noche anterior había pasado una cena hermosa con ella. Recordar lo compartido me dio empuje. Faltaba poco para la charla. Pero aún restaba saludar a Sonia Torres, mamá de Silvina Parodi, abuela de un nieto que nos falta a todos.
Ella llegó con un Sin rueditas en una bolsa transparente. No nos conocíamos. Yo la abracé como a cada Abuela, con admiración y timidez, con tanto para decir y la garganta tan cerrada, con una sonrisa, la más grande que tuve, para decirle gracias.
De la conversación en el ciclo me acuerdo poco, pero sé que aprendí mucho. La voz de Tere y su modo de contarnos la búsqueda de la voz narradora en su cuento del Quien soy, su lectura de los discursos que escucha, sus preguntas. ¡Es tan sólida y coherente en su pensamiento! Pero en algo no acordaba y le hice caso y se lo conté, se lo pregunté. Horas antes ella misma me había animado a dejar expresada mi postura como autora. Nunca me había atrevido, pero su generosidad abre puertas y ventanas, y escucharla es crecer.
Al finalizar Sonia me pidió que le regalara el papel donde llevaba escrito lo que leí para abrir el encuentro. Me emocionó ese gesto y también que me pidiera que dedicara el Sin rueditas a su bisnieta. Pensé en los lazos que propician los libros y en los que generan los encuentros.
La felicidad apareció en los abrazos, en las sonrisas, en la vista de mi Mar al lado del Stéfano, de mi Chica al lado de Los manchados, en la presencia de mi amiga Laura dando cuerpo y mostrándome que todo lo que estaba pasando allí estaba pasando, en el profundo respeto por la palabra, por la escucha, por lo que sentimos y por lo que siente el otro, en la fuerza de Sonia, en su esperanza.
Para marcar mi rumbo próximo, las palabras del poeta cordobés Alexis Comamala: