Después de la Feria del Libro de Buenos Aires de 2022 evalué volver a viajar gracias a las reiteradas invitaciones de la profe Andrea, de Maciel, una pequeña ciudad de la provincia de Santa Fe. Me llevó semanas decidirme. Mi último viaje había sido en febrero de 2020 y aceptar la invitación implicaba volver a esa experiencia laboral tan valiosa que es entrar en contacto directo con lectoras y lectores de otros paisajes.
La invitación prometía pasión, afecto, mucha emoción y encuentros con chicos, chicas, chiques de todas las edades, desde Jardín de infantes hasta el profesorado y la escuela para adultos. Decidí que esa comunidad tan amorosa era la adecuada para retomar la intensidad de los encuentros, la adrenalina que me genera dar charlas lejos de casa, las noches de hotel.
La calidez de Andrea y el compromiso con sus estudiantes auguraba que iba a ser un viaje con todas las garantías que necesitaba. Pero me quedé corta al imaginar lo que sucedería. Fue, después de dos años sin contacto presencial con quienes leen mis libros, una fiesta completa.
Visité dos veces el Jardín de Infantes, dos veces una de las primarias, la secundaria, la nocturna, di una charla abierta a la comunidad. Cada seño, cada profe, cada persona que conocí, me habló del impacto que provocan mis historias. Me decían que quizá yo no me doy cuenta de lo que pasa con mis libros, quizá no logro dimensionarlo. Y tienen razón, no lo logro. Tal vez porque siento que esos libros ya no son míos, sino de quienes los leen.
Me gusta pensar que todo lo que les pasa leyendo no se debe al texto únicamente sino a lo que cada quien pone de sí en el acto de leer. Hay que valorar más lo que se construye cuando las lecturas son colectivas, lo que enlaza a cada comunidad lectora, valorarse como dueños y dueñas de experiencias de vida que suman espesor a eso que están leyendo y comentando. Me parece que eso es mucho MUCHO más importante que la autora que los escribió. Les dije todo esto y les pedí que siguieran leyendo con esa intensidad toda la vida.
Agradezco haber vuelto a viajar y que el primer viaje post pandemia haya sido a Maciel de la mano de Andrea. Volví a casa fortalecida y lista para encarar los viajes que siguieron y los que vendrán en el futuro.
Me siento muy privilegiada por vivir haciendo lo que más me gusta, es un privilegio que valoro y cuido porque me permite ser dueña de mi tiempo y eso es oro puro en estos tiempos. Gracias a la comunidad educativa de Maciel por impulsarme de nuevo a rodar. Y por esos días de fiesta llenos de recuerdos que atesoro.