Mejor Novela Histórica ALIJA 2020
Hija mestiza del Alto Perú, madre y guerrera, Juana Azurduy ha dejado una huella indeleble en la historia de Sudamérica. Su vida familiar y su lucha durante las guerras de la independencia. Su sueño era la libertad, para las personas y para la Pachamama. Y esa libertad, en el tiempo de las revoluciones, significaba expulsar a los realistas de nuestra tierra. Por eso, junto a su esposo Manuel Padilla, se unió a los ejércitos patriotas. Como las heroínas de La Coronilla, como las luchadoras de todo tiempo y lugar. Juana cabalga e irradia una fuerza que perdura hasta el día de hoy.
A high Peruvian mestizo daughter, mother and warrior, Juana Azurduy has left an indelible mark on the history of South America. Her family life and her struggle during the wars of independence. Her dream was freedom, for the people and for Pachamama. And that freedom, at the time of the revolutions, meant expelling the royalists from our land. That is why, together with her husband Manuel Padilla, she joined the patriot armies. Like the heroines of La Coronilla, like the fighters of all times and places. Juana rides and radiates a strength that endures to this day.
Esta novela surgió gracias a una invitación que me hicieron Laura Leibiker y Laura Linzuain, mis editoras de Ediciones Norma. Ya nos conocemos mucho y ellas saben lo que me cuesta escribir a partir de consignas externas, sin embargo, hubo en la propuesta de escribir una novela histórica dirigida a niños y niñas un par de anzuelos que me tentaron y, una vez que los mordí, me fue imposible quedar afuera de este proyecto. Uno de los anzuelos fue que yo podía escoger sobre quien escribir y el otro, que contaría con el apoyo de una colega que quiero y admiro mucho, Laura Ávila, la autora que más sabe sobre novelas históricas y LIJ en nuestro país.
El proyecto también encerraba un desafío de tiempo pues había que lograr un borrador en muy pocos meses. A mí me gusta que el tiempo siempre quede de mi lado porque me gusta “salir” de los borradores que escribo, dejarlos a solas, como quien deja una masa levar, y luego volver a ellos para ver qué me pasa al leerlos. En este caso no había margen para trabajar como acostumbro y fue un desafío muy grande sacudirme las formas de trabajo instaladas para generar otras que me permitieran llegar con los tiempos. Tuve muy presente a Hebe Uhart y a Liliana Bodoc mientras escribía. De algún modo, ellas fueron brujula y mapa a la vez.
La vida de Juana Azurduy siempre me dio curiosidad y poder escribir sobre ella estuvo buenísimo. No solo por lo que aprendí de historia del sur de Latinoamérica y por lo que me demandó el proyecto en lo que hace al oficio de la escritura, sino también porque, al inventar un personaje que la acompañara y hacer el movimiento de ponerme “al lado” de Juana, me hice preguntas sobre qué quiero como ciudadana argentina que no me había hecho antes. A veces pienso que luego de 200 años de historia no hemos avanzado y esta novela me permitió reflexionar sobre el rol de la mujer y lo equivocada que estoy al no ver nuestros avances. Siento mucha gratitud hacia Killari, la joven guerrera que inventé, pues desde sus márgenes y con su sigilo, me señaló el camino a seguir para desarrollar mi siguiente proyecto literario.