Colaboraciones

Prólogo: La infancia menos pensada. Experiencias de la escuela para niños, niñas y jóvenes con discapacidad visual n° 33 “Santa Cecilia”

Vivir en grande

Cuando dos manos se entrelazan, el mundo deja de ser mío y pasa a ser nuestro.

Cuando el mundo es nuestro y hago un chiste, lo mejor es tu carcajada uniéndose a la mía.

¿No sería aburridísimo, deprimente, vacío, un mundo en el cual todas las luces y todas las oscuridades fueran percibidas como iguales, donde lo que yo sintiera y lo que vos sintieras fuera tan idéntico que no necesitáramos contarlo?

Yo sé que el pico de una paloma tomando un grano de maíz de la palma de mi mano produce un ¡pic! y una emoción. Tal vez vos no lo sepas.

Yo sé del frío que habita los ojos de mármol de una estatua.

Sé de tibiezas y de temblores, sé de lágrimas resbalando despacio por las pestañas y de astillas separándose de las maderas.

Yo sé si estás lejos o no. Sé si puedo pedirte un abrazo. Y si no tengo ganas de acercarme, sé mantener la distancia. Vos a veces sabés y otras veces, no.

Y, sí, tenés razón, algunos días yo tampoco sé.

Algunos días me levanto con una rabia loca y no sé nada.

Lo que puedo decirte sin miedo a equivocarme es que cuando pensás que un mundo chiquito es lo mejor para ir creciendo, te equivocás. Hay que vivir en grande desde el principio.

Rasparnos las rodillas, sentir la lluvia en la cara, andar en bici. Poder estar tristes un rato y solo un rato, leer en voz alta y en silencio, arrojarnos a atajar una pelota. Trepar árboles, armar una carpa, tirarnos al río, abrazarnos al calor de una fogata. Besarnos. Escuchar música, componerla, cantar, levantar un barrilete con un amigo. Dejarnos sorprender por un caracol, por un perro, por el viento. Reírnos hasta hacernos pis y que eso nos dé todavía más risa, en lugar de darnos vergüenza. Todo eso es vivir en grande. Todo eso y más.

Hace treinta años que existe una escuela donde se vive en grande.

Una escuela en la cual, al estrechar tu mano, agrandan tu mundo y lo transforman; lo hacen más profundo, más intenso. Esa escuela se llama “Santa Cecilia” y nada es igual después de conocerla. Te lo aseguro. Lo viví y lo sé muy bien. Lo sé muy pero muy bien.

La transformación es para siempre.

Paula Bombara (Amiga de la escuela / Escritora)