(Tengo debilidad por los signos de puntuación. Disfruto usarlos y, cuando aparece el sitio adecuado, torcer sutilmente alguna de sus normativas de uso. Entretenimiento nerd si los hay, no puedo evitar el deleite de colocar algún signo que genere cierta duda en quien lee. Como esa coma inicial de Clarice Lispector, que me hizo querer Un aprendizaje o el libro de los placeres desde el momento cero. ¡Qué osadía comenzar así un relato! ¡Qué escritora!
Los signos pueden salvar la vida de una persona. Eso cuenta José Antonio Millán en este ejemplo sobre la importancia de una coma en la sentencia de muerte de un condenado, que está en el prólogo de su libro Perdón, imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente.
Dice Millán: “Al emperador se le pasó a la firma una sentencia que decía así:
Perdón imposible, que cumpla su condena.
Al monarca le ganó su magnanimidad y antes de firmarla movió la coma de sitio:
Perdón, imposible que cumpla su condena.
Y de ese modo, una coma cambió la suerte de algún desgraciado.”
Así de vitales pueden llegar a ser los signos de puntuación.
Los paréntesis, en estas épocas de aislamiento social preventivo, pasaron a simbolizar el transcurrir en las casas, el quehacer privado. Pueden pensarse como dos manos que contienen una digresión, o un círculo que se abre y se cierra –revelando su contenido en un acto de apertura y cerrándolo en otro, de clausura–. Es el primer signo de puntuación en pareja que aparece: existía antes de la aparición de la imprenta. En nuestro habla cotidiana siempre hay algún detalle que podemos agregar mientras hablamos. A veces será el nombre de pila de algún apellido, otras, una nota de color que aporta sentido o una explicación, que quien escribe supone que no está de más agregar.
Lo que está entre paréntesis, dice María Moliner en su diccionario, es una acción o digresión con que se interrumpe otra acción u otro discurso.
En álgebra, las operaciones entre paréntesis hay que realizarlas antes que las demás.
Y, entonces, como quien no quiere la cosa, la mutación de un virus devino en que cada persona tuviera que modificar sus rutinas y abrir un paréntesis: las vidas comenzaron a explayarse por suelos, paredes, puertas, ventanas y cielorrasos entre quienes tenemos el privilegio de contar con un lugar donde vivir. Muchos y muchas hablaron de “vidas en pausa”…
La historia de la literatura cuenta que el escritor Juan Benet insertó entre paréntesis una digresión de 150 líneas. Quizá ese sea el mejor ejemplo de la vida entre paréntesis que estamos viviendo desde que la OMS declaró la pandemia global.
Dice Millán en su libro: “Las expresiones parentéticas tienen una curva melódica particular: la cláusula entre paréntesis tiene una elevación de tono al principio y una caída al final, pero toda ella se encuentra en un tono inferior al de la frase principal.”
Creo que hay que quitarle los paréntesis a esta forma nueva de habitar la realidad. Creo que hay que cambiar la melodía, sí. La música vital seguramente ha cambiado. Pero nada de todo lo vivido en 2020 y en este inicio de 2021 es menos importante que lo anterior sino todo lo contrario: nuestra especie está atravesando un proceso de adaptación biológica. De esto se trata la evolución, que tantas veces mencionamos en las escuelas y colegios: ha aparecido una especie que nos muestra cuán vulnerables somos y estamos elaborando herramientas para seguir siendo dominantes. Demanda tiempo y paciencia en algunxs de nosotrxs; conocimiento y acción, en otrxs.
Creo que la vida en estos tiempos es aún más importante que antes pues se ha puesto en valor su fragilidad. Se ha desnaturalizado su maravilla. Ya no es posible dar por sentado que seguiremos disfrutando de la vida como quien disfruta de algo perdurable. La vida, el tiempo que estamos latiendo, es importante minuto a minuto. Miremos eso que está delante de nuestros ojos y detectemos su impacto. Quitarle importancia a estos tiempos es un lujo que no podemos darnos. Así que no cerraré la digresión; dejaré que sea todo lo importante que corresponde, y desparejaré el “(“ del inicio.