Entrevistas

“La literatura nos permite preguntar desde la emoción”

(Infobae.com)

En el stand de Leamos-Bajalibros en la Feria del Libro, la escritora bahiense reflexionó sobre el relato de estos 40 años de democracia. “Las nuevas generaciones interpelan desde un lugar no dramático y nos permiten una reflexión más desprejuiciada”, afirmó.

La escritora bahiense Paula Bombara es además bioquímica. Desde hace muchos años se dedica a la literatura para adolescentes y para niños, y también a la divulgación científica. También trabaja con Abuelas de Plaza de Mayo desde hace 16 años: su padre fue desaparecido en 1975, y buena parte de su obra está atravesada por esa experiencia personal.

Bombara publicó varios libros dirigidos a lectores juveniles; el más reciente, de hace algunos meses, es La sombra del jacarandá. Este último es parte de una colección que Norma editó por los 40 años de democracia en la Argentina, que se cumplirán en diciembre. En diálogo con Julieta Roffo, en el stand de Leamos-Bajalibros, repasó algunos.

—¿Cómo se habla en el aula de democracia y de dictadura a través de los libros? ¿Qué cosas te parece que tienen que estar siempre presentes, teniendo en cuenta que estamos hablando de adolescentes o de niños y también de una generación de docentes que tal vez no vivieron esos años?

—Creo que lo que tiene que estar presente es el deseo del docente de desnaturalizar la democracia, es decir, no darla por sentado, sino hacer un racconto sobre todo lo que nos costó llegar a este período de democracia y, sobre todo, todo lo que nos costó sostenerla. Porque no tenemos que olvidar que los primeros años democracia hubo levantamientos carapintadas que mostraron la fragilidad que tenía. Entonces creo que hay que empezar por ahí desde la honestidad y la sinceridad que te da hablar como nacido en democracia sin naturalizar esa condición. Y a partir de ahí, resaltando que nunca es a solas, siempre es de un modo colectivo toda conversación, toda lectura, toda escena de lectura que después nos conduzca a rememorar eso como algo inolvidable. Invocando a la sensibilidad de los chicos y de las chicas, a sus propias historias familiares, a sus dudas, a sus preguntas acerca de su propia identidad…

—¿Qué ejemplos les das a los chicos y a las chicas en el aula?

—Por ejemplo, cuando llego y hacemos una ronda, les cuento que eso no se podría hacer en dictadura; o si hay alguien que tiene una gorra, tampoco podría tenerla, o si alguien tiene el pelo teñido de un color, tampoco. Si hay una chica con el pelo suelto, le señalo que tampoco podría llevarlo así en dictadura. Les cuento que a mí me mandaban a mi casa si tenía una media sin elástico que se me caía. Ese tipo de cosas les llaman la atención, porque están y me encanta que sea algo natural, pero también tienen que ser conscientes de que estos 40 años estuvieron siendo defendidos de algún modo por todas las personas que queremos vivir en democracia.

—¿Cómo empezar a hablar y qué libros te ayudaron a vos a sumarte conocimiento o experiencia para empezar a hablar de la dictadura y la democracia ?

—A mí me parece que es fascinante esto que en Abuelas trabajamos y que llamamos cómo legar, cómo transmitir a las nuevas generaciones sin que se pierda la frescura que tienen y poder responder a esas preguntas sin prejuicios. También nosotros tenemos que hacer el ejercicio de no naturalizar los conceptos, de no solidificarlos sino de ir repensándolos a la luz del tiempo que va pasando, de las coyunturas políticas que van sucediendo, de cómo son las infancias y la juventudes que tenemos frente a nosotros.

Para mí el gran antecedente desde la no ficción es El golpe y los chicos, me parece que Graciela Montes es increíble, tiene una lucidez espectacular y lo logró en un momento muy complicado, con una democracia todavía muy frágil, contarnos a quienes en ese momento estábamos atravesando esas etapas de formación, las infancias la juventudes, contarnos algo de lo que acabamos de vivir. Y logró también contarles a quienes crecieron en los primeros años de democracia pero que no atravesaron la dictadura algo de lo que sucedía.

Después en la ficción hay obras pioneras, el trabajo de Margara Averbach, por ejemplo. Cuando escribí El mar y la serpiente, pensaba desde qué lugar escribir para complementar estas miradas. Porque me interesa mucho que dos libros se complementen, en la lectura la multiplicidad de miradas es fundamental. Entonces mi objetivo siempre es aportar desde otro lugar, a ver cómo puedo hacer para arrastrar en la lectura de un libro hacia la lectura de otros, como convocar a seguir leyendo.

Paula Bombara publicó recientemente “La sombra del jacarandá”, que integra una colección que Norma editó por los 40 años de democracia. (Foto: Nicolás Stulberg)

—¿Cómo dirías que se complementan El mar y la serpiente y La sombra del Jacaranda ?

—Se unen dos deseos como mínimo. Por un lado el deseo de dar cuenta del trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense que estaba muy poco presente en la literatura para jóvenes y para niños y niñas y me parecía que tenían que saberse más sobre su trabajo. Me parece muy increíble que que haya nacido acá ese equipo de científicos multidisciplinarios, que hoy tiene casi 100 integrantes y que da capacitaciones en todo el mundo y que haya sido a partir de la búsqueda de huesos de desaparecidos, ese era un deseo escribir sobre eso.

Y por otro lado en todos los encuentros o en la gran mayoría de los encuentros por El mar y la serpiente me pedían una segunda parte y yo siempre contestaba que las partes siguen en los demás, no en mi propia historia, no en seguir contando desde la individualidad de una historia chiquita, sino en ampliar el abanico de historias, en abrir a nuevos relatos, a nuevos recuerdos. Entonces a la hora de de recibir la invitación a ser parte de este proyecto hermoso de Editorial Norma mi respuesta inmediata fue sí, pero con esta idea. Y por suerte en la editorial se arriesgó, porque no es un texto tan sencillo, porque tiene mucha precisión la parte científica, pero tiene mucho trabajo también, y ahí está la continuación.

—¿Qué nuevas lecturas de eso que que nos pasó pueden abrir las nuevas generaciones?

—Creo que como interpelan desde un lugar no dramático, nos permiten una reflexión más desprejuiciada. Creo que las nuevas generaciones te enfrentan y te preguntan si no será esa una versión tuya y no habrá otras, y a mí eso me encanta, porque es el desafío permanente de bueno, a ver, busquemos otras. Me interesaba mucho desplazar el adultocentrismo también de este tema y que entrara una mirada justamente desde la democracia. Tal vez es el amor por estos jóvenes, por estos hijos, por nuestros hijos e hijas lo que nos permite dudar, dar espacio para el amor y que desde el amor se abra la duda sobre la identidad. Ese es un poco también un deseo de la novela.

—Estamos en un año electoral, y crecen discursos donde lo importante de la democracia, de no naturalizarla, no parece estar en el centro. ¿Qué puede hacer la literatura para resistir ante esos discursos?

—El arte siempre nos lleva a la pregunta, igual que la ciencia, y creo que que la literatura lo que nos ofrece es la posibilidad de preguntar desde la emoción, permitir que circule una emoción cargada de preguntas, y ese es un lugar de resistencia. Porque el autoritarismo empieza por sellar, que no haya más preguntas, sesgar. Si vos sos una persona inquieta que pregunta, que quiere saber más, que quiere saber lo múltiple de las miradas, probablemente seas una persona que incomode al autoritarismo. Entonces creo que el arte sigue teniendo ese valor y que resiste todo el tiempo, todas las geografías y todas las etapas políticas.

—¿Te parece que hay temas que estén no tan iluminados y sobre los cuales convenga prestar atención en la producción literaria?

—Sí, yo creo que los levantamientos carapintadas todavía no están siendo muy abordados por la literatura para jóvenes y para niños y hay que prestarles mucha atención. Yo ahora escribí un cómic en donde me meto un poquito con esa época, y me di cuenta del caudal de historias que hay. Y de la vulneración de los derechos de los niños que se vivió también en todos esos años, que son temas, que a mí me me preocupa mucho. Nos la pasamos siendo testigos e incluso protagonistas de vulneraciones a los derechos, aun sin darnos cuenta. Eso también es algo que tenemos que desnaturalizar, tener presente que las niñeces no son todas iguales, que hay que respetar, que hay que escuchar y no sólo escuchar, sino también llevar a la acción parte de lo que nos dicen nuestros jóvenes, nuestras jóvenes, nuestros chicos y chicas.

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