Desde mi cristal

Montevideana

Conocí Montevideo gracias a la revista Puro Cuento, que premió La tormenta, un cuento inspirado en El eternauta. Gané dos pasajes y 20 libros de autores argentinos.
Tenía 18 años y hacer de mi pasión por escribir un medio de vida era algo que les pasaba a otros, a “gente afortunada”, no a mí. Ese premio avivó una chispa y una pregunta: ¿por qué no a mí?
Fue en Montevideo donde pensé, por primera vez, “estoy aquí porque tuve una idea que se hizo cuento”. Suelo volver a eso, soy muy consciente de que hay sitios (cada vez más) que conozco gracias a que, en soledad, tuve una idea, una idea que me acompañó por meses e hice crecer hasta que tomó vida propia y me llevó a ese lugar. No estoy sola en esos suelos extraños. Estoy con mis historias, que me conducen hacia personas, hacia paseos, hacia nuevas experiencias.
La tormenta me llevó a Montevideo a los 18 y Una casa de secretos, a los 39.
Hoy la Cámara Uruguaya del Libro me sorprendió con una medalla: soy parte de La Legión del Libro. Sucedió en Montevideo. Cuando vi mi sonrisa reflejada en la medalla (su reverso está muy pulido, casi como un espejo) pensé en las tardes leyendo la Puro Cuento y en esa pulsión que fue enviar al concurso el cuento La tormenta; pensé en las casas de Ángela y en lo mucho que disfruté cada instante de la escritura de Una casa de secretos; pensé en que estaba allí fruto de una chispa que encendió definitivamente mi deseo de dedicarme a escribir.
Unos minutos después una persona nueva para mí, una mujer puro afecto y de mirada inolvidable, Adriana Mora, me dijo que para ella yo no soy extranjera en su país. Contuve una emoción que me erizó la piel e hice un chiste para no dejarla salir. Es que esas emociones me gusta guardármelas para mí, sentirlas adentro, invadiendo rincones de la memoria.
Llegué a casa, mostré mi medalla y busqué fotos de mi primer viaje a Montevideo. De cuando todavía era una extranjera pero sin saberlo ya estaba habitando sus paisajes para mi literatura.