Libro

La sombra del jacarandá

Cuando mi querida editora Laura Leibiker me invitó a ser parte del proyecto “Democracia” (que se puede descargar en https://www.normainfantilyjuvenil.com/ar/) supe que había encontrado el lugar donde sembrar una idea literaria a la que venía dándole vueltas hacia muchos años. Dos historias de familia enlazadas por una tercera. Ficciones que me abrieran el espacio para reflexionar sobre los modos de procesar las muertes, de manipular los huesos, de atravesar las desapariciones y los duelos. Personajes que permitieran relatar algo del trabajo incansable del Equipo Argentino de Antropología Forense. ¿Cómo retomar lo dicho en Solo tres segundos y seguir escribiendo acerca de la vida que sigue a la ausencia de un ser amado? ¿Cómo contar el remolino de emociones y curiosidad que se sienten cuando te comunican que han encontrado a tu familiar desaparecido? ¿Cómo hacerlo sin perder luminosidad? Quería escribir sobre todo eso sin perder de vista que quien nos continúa en estas búsquedas de Verdad y de Justicia es la generación de mis lectoras y lectores, de nuestros hijas e hijos.

Con el paso del tiempo lo vivido en los 70 y 80 se va alejando inexorablemente. Es lógico que la relación de las nuevas generaciones con los crímenes de lesa humanidad cometidos entonces cambie, se transforme, encuentre nuevos modos de ser enunciada y puesta en acto. Escribir las historias que componen esta novela implicó también una reflexión sobre todo eso: la comunicación con las y los jóvenes, lo que podemos enseñarnos mutuamente si les brindamos tiempo de escucha, la riqueza de la conversación si sostenemos firme el vínculo. Liliana Bodoc decía que una novela está hecha de historias y deseos. Mi deseo es que este libro conduzca a rememorar, a dialogar, a recuperar recuerdos que lleven a más conversaciones entre distintas generaciones de argentinas y argentinos, a levantar las banderas de Memoria, Verdad y Justicia para mejorar la calidad de nuestra democracia, robustecerla, honrarla.

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