Fue una alegría ver esta foto en la tapa de El mar y la serpiente. Soy yo; tenía aquí unos 5 años y estoy en camisón. En aquella época me despertaba de muy mal humor y lo primero que hacía por la mañana era leer un rato. Mamá colocaba la taza con leche en la biblioteca y allí me dejaba hasta que amainaba mi mufa.
Esta es mi primera novela y, por lo tanto, la que me presentó como autora de literatura infantil y juvenil. Sabía perfectamente lo que quería transmitir desde que comencé pero estaba a ciegas, me guió la intuición y mi saber lector. Para llegar al texto final trabajé varios años, la reescribí tres veces, la corregí y recontra corregí. El resultado me gusta: saboreo mi búsqueda cada vez que releo algún fragmento. Hace ya cinco años que salió y sigue ganando lectores que me acercan sus anécdotas, interpretaciones, abrazos, emociones, invitaciones a viajar hacia otros lugares geográficos y, también, hacia los recuerdos que la novela va generando en todos nosotros.