Juli y su tía viejita, la Titi, se están conociendo. Ella a veces lo confunde con una nena, pero él sabe que tiene que seguirle la corriente. A él le encantan los perros, y a ella, tejer. Charla va, charla viene, recuerdan a Edu, el hijo de la Titi que fue a la guerra de Malvinas y ya no regresó. ¿Podrá Juli ayudar a la Titi a recuperar los mejores momentos de Edu y dejar la guerra atrás? Un relato que ayuda a transitar la pena y el olvido a partir de la vida, la ternura y la memoria.
Juli and his old aunt, Titi, are getting to know each other. Sometimes she mistakes him for a girl, but he knows he has to play along. He loves dogs, she loves knitting. Chatter goes back and forth, they remember Edu, Titi’s son who went to the Malvinas war and never came back. Will Juli be able to help Titi recover Edu’s best moments and leave the war behind? A story that helps to deal with grief and oblivion through life, tenderness and memory.
Un brotecito. Eso es lo que es “La tía, la guerra”. Una idea inesperada, brote sorpresa, de un proyecto más ambicioso que aún no he terminado. En este proyecto de novela en proceso mi protagonista ve de lejos una escena que la conmueve: la de una madre abrazando a su hijo moribundo en un hospital de campaña durante la guerra de Malvinas. Me quedó tan impregnada en la retina la escena que decidí aproximarme a ella e interrogarla: ¿qué pasó después?, ¿qué fue de esta madre?, ¿tenía familia?, ¿pudo reencontrarse con la alegría de vivir? Las respuestas que encontré en la escritura de este texto me sorprendieron a medida que iba creando la historia. Apareció la música, el humor, la ternura que siento al pensar tanto en mis tías abuelas Luisa y Pachi como en mis sobrinos y sobrinas. Ahí, en la voz de Julito, están mis siete maravillas -Fer, Jupi, Fran, Ati, Fide, Uli y Simoncho-, siempre presentes de tantas maneras. Gracias a mi amiga Anabel me atreví a presentarla a la editorial diciéndoles que esta historia era la que me parecía mejor publicar por el momento. (La novela en cuestión continúa creciendo y la editorial me tiene paciencia con ella, eso es un alivio).
El proceso de edición fue un viaje sin tormentas, puro sol. Esto se debe al modo de trabajo que construimos con María Fernanda Maquieira y Lucía Aguirre. Simplemente, disfrutamos la travesía haciendo los movimientos necesarios para cruzar las olas sin problemas. En este caso, cuando entró al proyecto Flor Rodríguez Actis para aportar su mundo de imágenes, La Titi y Julito fortalecieron su identidad, además de llenarse de color. ¡Y era tan importante que la identidad quedara manifiesta! Gracias a saber quienes somos, quienes nos precedieron en la historia de nuestras familias, podemos recordar a los que ya no están desde un lugar de alegría y agradecimiento. El libro salió el 22 de octubre, en plena semana del derecho a la identidad, un gesto extra, ¿azaroso, tal vez?, de la editorial. Dejo escrito mi deseo aquí: que este “brotecito” que decidí apartar del tronco madre crezca fuerte, independiente, en su propio jardín.